Luego me despierto
Con ganas de volver,
De retornar los pasos invisibles.
Emerger seco de las aguas
Bautismales
Y llorar, llorar el mundo y la
luz
Insensible
Que penetra pupilas
Indefensas.
Con ganas de arrebatar
Los cáñamos hundidos
En el arroyo incesante
Eterno
Y negar la infancia, los montes,
Los días y los años.
Con ganas de engendrar, eso sí,
Montones de hijos: altos, flacos,
Gordos, morenos, calvos.
Verlos a los ojos espantados.
Recoger la poca luz del atardecer
Que los toca y los traspasa.
Y reír, reír del desdichado
Que piensa que todo vuelve a
ponerse en marcha
Como un sol que hace girar
Los planetas
Como las aves urgidas
Por poblar los cielos.
Y desaparecer
En la historia incesante
De las serpientes y escaleras
Que se narra con las mismas
palabras
De fuego, de percución
Y nos saber que las historias
Que se repiten son sólo las inventadas.