De golpe punzante,
De sórdido desplume de
hojas.
La Ceiba emerge entre
almendros callados.
Precipitada la tierra
se contrae junto al mar
Pacífico de nombre pero
hambriento de cuerpos,
De rocas, de tumbas y
barcazas.
En está soledad
Hay algo bajo el
rodillo, bajo el troquel,
Algo bajo la piedra que
gime y se forma.
Es el día y la noche
que apalabran una tarde dorada,
Es el cacao y la canela
que muerden el polvo de Soconusco
Es ese aroma que
asciende al viento suave.
Después de la canela ya
nada pesa ni se mueve
Ya nada, ni la espuma
revienta, ni el dolor se sufre.
Afuera
Hay vestigios en la
marea de una lucha incierta,
Hay ruinas y casas de
teja, hay láminas y vigas atravesadas.